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Si bien las bajantes del Río Paraná son un proceso natural que se da a lo largo de la historia, en la actualidad la comunidad científica acuerda que este fenómeno se está viendo particularmente afectado por el accionar de la especie humana. Hace varios meses que el Río Paraná se encuentra por debajo de su altura promedio y continúa descendiendo. El Instituto Nacional del Agua (INA) espera que baje hasta los -30 centímetros (debajo del nivel del mar) hacia finales de julio. Para encontrar un ejemplo similar habría que remontarse a la histórica bajante del año 1944.
Foto: Télam

Las diferentes fuentes científicas coinciden en encontrar las causas de esta histórica bajante en el déficit de precipitaciones en las cuencas brasileñas de los ríos Paraná e Iguazú, y la presencia de un «Niño neutro» que mantiene bajos los niveles de lluvias en la región, así como también la gran cantidad de represas a lo largo de la cuenca y la deforestación masiva (por desmontes e incendios) desde el Amazonas hasta la región Pampeana. Si bien algunas de estas causas son naturales, las mismas se ven retroalimentadas e incluso agravadas por el accionar de nuestra especie.

Uno de los mayores perjuicios que desde hace décadas se perpetúa en esta región es la deforestación, a partir de la cual grandes extensiones de bosques nativos son transformadas en campos de monocultivos. Este modelo productivo atenta permanentemente contra el medio ambiente, alterando los sutiles equilibrios que tiene la naturaleza. Los bosques son un reservorio de biodiversidad, central tanto para la absorción de dióxido de carbono y producción de oxígeno, como para mantener la fertilidad y humedad de los suelos. Estos reducen las elevadas temperaturas y evitan la desertización de los territorios. También actúan liberando vapor a la atmósfera, que luego retorna a los suelos en forma de lluvias.

De seguir esta senda autodestructiva, cada vez quedarán menos resquicios naturales para el desarrollo de la vida. Ya estamos viendo algunas de las terribles consecuencias de este proceso, pero si no revertimos esto con urgencia, la situación se tornará cada vez peor. Por eso, desde el programa de Reforestación “Crece Selva Misionera” y la Pastoral de Promoción para el Cuidado de la Creación se plantea la necesidad de reducir el impacto negativo de nuestras actividades productivas, concientizando y educando sobre diferentes formas de producir en armonía con el mundo que nos rodea.

Las cuencas del Amazonas y el Paraná son esenciales para el desarrollo de la vida en todo su esplendor, no sólo en sus márgenes sino a lo largo y a lo ancho de la región, ya que son reguladores naturales del clima en el continente. Es vital que nos involucremos, y vos también podés sumar tu semilla para revertir esta situación ayudándonos con tu donación para continuar reforestando la selva misionera. Ya plantamos 50 mil árboles nativos, pero con tu ayuda esperamos poder lograr mucho más.

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