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Mariela Pereyra y Estela Andersen recuperan el relato bíblico en una entrevista con Claudia Florentín. Las pastoras invitan mirarlo con nuevos ojos, revivirlo desde un lugar humano y a imaginar cómo habrá sido el desenlace. Una historia que permite abrir conversaciones, preguntas y reflexiones críticas sobre el rol de las mujeres en las comunidades.

Jesús llega al pueblo y lo reciben los hermanos Marta, María y Lázaro. Marta sacude harina de su delantal mientras se seca las manos en un repasador.

A María se la ve tranquila junto a la puerta de la parroquia y Lázaro les invita a pasar y a compartir unas empanadas. Mientras esperan la comida alrededor de una mesa larga en el salón parroquial, se sirven bebidas y cositas para picar que Marta estuvo preparando durante toda la tarde.

Jesús relata anécdotas de su viaje por Tiro y Sidón, donde tuvo un encuentro con Samira, la  mujer cananea, una mujer que lo transformó. María escucha atentamente mientras Lázaro ceba unos mates a los discípulos que van completando el relato de Jesús con debates muy interesantes.

Mientras tanto, en la cocina, Marta trabaja con el repulgue de las empanadas y estira el cuello para tratar de escuchar de qué están hablando. No hay caso, no logra escuchar nada.

Sigue con el repulgue un buen rato hasta que se cansa. Entonces deja el repasador sobre la mesada y camina molesta pero decidida hacia el salón. Se para frente a la mesa e interrumpe: “Che, Jesús, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Decile que me ayude!”. María se sorprende y le retruca: “¿Por qué yo y no otra persona? ¿A Lázaro no le decís nada?”. Este se hace el desentendido y Jesús se queda pensando…

¿Cómo termina esta historia? ¡Contanos en comentarios!

1. Jesús invita a Marta a la mesa

2. Todos y todas colaboran

3. Pedro y Juan a la cocina

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