Un aspecto curioso de los evangelios es ver cómo a medida que se avanza en la lectura de los textos, van cambiando los roles de los varones y las mujeres.
A medida que Jesús va desarrollando el ministerio se va sumando todo un grupo de mujeres al movimiento. Estas mujeres organizan, gestionan y sostienen el ministerio de Jesús, incluso aún después de su muerte. A partir de la condena de Jesús el movimiento comienza a ser perseguido y se disgrega. Los evangelios cuentan que los varones se ocultan, desconocen y niegan a Jesús, se vuelven a sus pueblos. Jesús venía advirtiéndoles esto a los discípulos desde un principio. Sin embargo, las que van a seguir organizadas acompañando a Jesús son las mujeres, quizá incluso para sorpresa del propio Jesús.
Los evangelios no mencionan por igual a mujeres y hombres. Las mujeres generalmente están incluidas en lo que los textos llaman la gente o el pueblo. El contexto patriarcal y algunas de nuestras traducciones no ayudan mucho en este sentido. Sin embargo, los textos hablan de un gran acompañamiento del pueblo en apoyo a Jesús, y esto le va a llamar la atención de las autoridades. Esta movilización pública de las mujeres, incluso vitoreando a viva voz a Jesús, contrasta fuertemente con el miedo e incluso la traición de los varones del movimiento. Jesús les reconoce su compromiso e insiste que bienaventuradas son aquellas personas que escuchan su palabra y la ponen en práctica (Lucas 11,27-28).
En este contexto, no debiera ser motivo de sorpresa que las primeras en ser testigos y voceras privilegiadas de Jesús resucitado sean las mujeres. Ellas están desde un principio hasta el final, incluso después también. Las mujeres van a estar siempre organizadas y movilizadas en las casas, en las plazas y en las calles defendiendo este evangelio de la igualdad y del cuidado de toda la creación por igual, sobre todo, apoyando a las personas más vulnerables, entre ellas, muchas mujeres e infancias.
En tiempos de cuaresma, y próximos a semana santa, estos aspectos de los evangelios nos llaman a la reflexión. Es interesante ver el protagonismo y la incidencia de los varones compañeros de Jesús al comienzo de los evangelios y cómo esto se diluye hacia el final en los relatos de la pasión, en los momentos más duros, mientras ganan voz y protagonismo las mujeres. Según el libro de los hechos, la diaconía va a comenzar con las mujeres y entre mujeres, por demanda y necesidad de las mujeres. Pablo mismo reconoce el rol fundamental de las mujeres para la organización de las comunidades de fe y para el trabajo de toda la iglesia en sus comienzos.
En diferentes países del mundo actualmente las organizaciones de mujeres son los pocos colectivos que están revitalizando las democracias y la participación social en defensa de los derechos de todas las personas. Los liderazgos de los varones están debilitados, en la mayoría de los casos por gestiones públicas fuertemente cuestionadas. En nuestros contextos, nuevamente son las mujeres las que están dejando en evidencia los límites del patriarcado y la necesidad evidente de nuevos sueños y nuevas esperanzas para nuestras sociedades.
Este 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, es una oportunidad para que los hombres nos cuestionemos sobre nuestra responsabilidad en la lucha por la igualdad de género y la búsqueda del bien común. ¿Por qué nos resulta tan difícil pensar y actuar de manera colectiva y equitativa? El evangelio de Jesús nos confronta con nuestras propias contradicciones y resistencias, pero también nos ofrece la posibilidad de transformación y redención.
En última instancia, el mensaje de Jesús desafía nuestras percepciones de género, nuestras identidades arraigadas y nuestras estructuras de poder. Su llamado a la inclusión, la justicia y el amor nos impulsa a superar nuestras limitaciones y a trabajar juntos por un mundo más justo y compasivo. En este sentido, las mujeres, desde los tiempos de Jesús hasta nuestros días, continúan siendo líderes y modelos de fe, inspirándonos a seguir adelante en la construcción de una sociedad justa, equitativa y solidaria.
Jorge Weishein