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De Montevideo, en Uruguay, a Essen, en Alemania. Florencia fue seleccionada para trabajar en Wilhelm-Becker-Haus, un hogar donde viven cerca de 40 personas con discapacidades intelectuales. Tiene 18 años y en los últimos cinco meses realizó de las tareas más variadas en el marco del programa de voluntariado de IERP, en la modalidad sur-norte.

Prepara comida para quienes allí habitan. También pasea con ellos, realiza actividades recreativas, los asiste en sus trabajos y brinda herramientas para contribuir a generar la autonomía de estas personas en las distintas tareas que propone el hogar.

Florencia llegó hace poco más de cinco meses a esta ciudad ubicada al oeste de Alemania, conocida hasta el siglo XX como el centro minero más grande de toda Europa. Allí se instaló en un apartamento compartido. Cuenta que apenas llegó, se encontró con dos chicas provenientes de Rusia quienes la recibieron con tarta y té. “Fue un gesto tan considerado que me llenó de una alegría inmensa”.

De a poco se fue adaptando a la dinámica del lugar. No sin tropiezos, claro. La principal dificultad fue la barrera idiomática. Florencia confiesa que al principio se sintió abrumada y algo confundida. “La mayoría de las cosas no las entendía debido a mi básico conocimiento del alemán. Sin embargo, allí estuvieron mis compañeros de trabajo para ayudarme cuando lo necesitaba”.

Aún tiene siete meses por delante. Cada día que pasa la dinámica laboral, la ciudad, el transporte y la convivencia con otras personas se vuelven más cotidianos. “Además, me reconforta y me llena saber que estoy trabajando para personas a las cuales no siempre se las tiene en cuenta como se debería o donde el trato hacia ellas y ellos es diferente”, resalta Florencia. Esto la motiva y le recuerda por qué decidió postulares al programa de voluntariado: “Saber que puedo aportar mi granito de arena en su día a día me pone muy contenta”.