Este 25N, Día de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres y las Niñas, las Mujeres ierpinas, de Hora de Obrar y de SEDi hicimos un ejercicio: salimos a dar esa conversación con varones de nuestras comunidades de fe y el resultado nos dejó mucho para seguir conversando.

Por Lic. Mariana Malgay Coordinadora de comunicación
Cada 25 de noviembre visualizamos y denunciamos todas las formas de violencia que viven mujeres y niñas en el mundo. La fecha surgió en memoria de las hermanas Mirabal, asesinadas en República Dominicana por su activismo político, y hoy es un llamado global a la acción: promover derechos, exigir justicia, acompañar a quienes atraviesan situaciones de violencia y trabajar, desde todos los ámbitos, para construir sociedades más igualitarias y libres de violencias.
De todos los ámbitos, hay uno, que es el ámbito del Estado, que tiene un rol irremplazable porque debe garantizar todas las medidas de prevención, protección y atención a las víctimas. Y para eso, hacen falta políticas públicas sostenidas con presupuesto en educación, en salud, en asistencia y en sensibilización.
La realidad en nuestro país es que todas estas políticas públicas están desfinanciadas. Solo por nombrar un ejemplo, el Proyecto de Presupuesto 2026 deja sin partida al Programa Acompañar y a la Línea 144. Sólo financia “Protección de Víctimas de Violencia”, sin dejar en claro qué contempla y con un recorte total del 89% frente a 2023 (ACIJ y ELA, 2025).
Conversaciones pendientes
Pero como la violencia basada en género atraviesa todos los ámbitos, también decimos que en las iglesias tenemos que hablar más: todas las personas, mujeres, varones, niños, jóvenes y adultos. ¿Por qué en las iglesias? En primer lugar porque hay una responsabilidad histórica en la reproducción de estereotipos de familia, de formas de vincularse, de miradas sobre lo que está bien y lo que está mal, que ha contribuido muy eficazmente a construir y reproducir un orden patriarcal. Lo decimos siempre: se siguen instrumentalizando lecturas bíblicas para justificar desigualdades y sabemos que Dios ama a todas las personas por igual, que en la Biblia no existe una única forma de familia y que las mujeres siempre han caminado junto a Jesús.
Queremos mostrar que este no es un tema de varones únicamente. Hace poco se publicó un Índice de Concientización sobre Violencia hacia las Mujeres que elaboró la Fundación Instituto Natura y Avon que revela que sólo 3 de cada 10 argentinos y argentinas se atribuyen a sí mismas niveles altos y muy altos de concientización sobre la violencia contra las mujeres. De estas 3 personas, sólo 1 es varón. En una cultura machista no hay quien escape a estas dinámicas.
Vemos que 3 de cada 4 personas cree que eliminar la violencia de género es una responsabilidad compartida. Hay que seguir trabajando para reconocer qué actitudes y conductas que dejamos de hacer son violencia de género, porque estamos hablando de las formas más extremas, y también de las más sutiles e “inofensivas”. Y no: no se juzgan igual, ni se abordan igual.
Evitar llamar la atención sobre chistes sexistas o actitudes dañinas, no reconocer que este es un gran problema para la gran mayoría de las mujeres, no significa ser violento o estar promoviendo activamente la violencia. Evadir la responsabilidad de problematizar estas actitudes, tampoco. Pero ¿cuál es el efecto implícito? ¿Qué pasa por omisión, por callar o por ignorar?
Recordemos la imagen del iceberg: en la punta se ubican las prácticas más extremas y crueles y en la base están en nuestras prácticas cotidianas, lo que toleramos en nuestras relaciones íntimas, familiares, laborales, lo que consumimos en internet o escuchamos por la radio y también lo que predicamos los domingos en el culto.

“La violencia no tiene género”
La mayoría de las personas cree que la violencia no distingue género. Mientras que más del 80% de los femicidios en todo el mundo son cometidos por parejas o ex parejas varones (ONU Mujeres, 2022), sólo el 5% de los asesinatos de varones ocurren a manos de sus parejas o ex parejas mujeres, y en muchos casos en defensa propia (datos de Panóptico Cultural). ¿Estas muertes no son menos importantes? ¿Estas vidas valen menos? Rotundo no. Lo valioso de este dato es que permite diferenciar los tipos de violencia y eso permite prevenir y actuar con más precisión.
Empecemos por reconocer de qué hablamos cuando hablamos de violencia de género, que es un tipo específico de violencia que afecta estructural, histórica y desproporcionadamente a mujeres, niñas y LGBT+.
Tipos y modalidades de violencia de género
La ley argentina 26.485 distingue cinco tipos de violencia de género y seis ámbitos:
- Violencia simbólica: mensajes, chistes, estereotipos, imágenes o ideas que transmiten y naturalizan la desigualdad, la discriminación o la subordinación de las mujeres.
- Violencia económica y patrimonial: controlar o limitar el dinero de una mujer, quitar bienes, documentos o herramientas de trabajo, privar de los recursos necesarios para vivir con dignidad, pagar un salario menor por igual tarea, entre otras.
- Violencia psicológica: causar daño emocional y degradación de la autoestima con acciones como ridiculizar, deshonrar, controlar acciones y creencias, culpabilizar, aislar, manipular, humillar, insultar, amenazar, celar excesivamente o limitar la libertad y las decisiones… y la lista sigue.
- Violencia sexual: toda acción que niegue o impida que una mujer decida sobre su vida sexual o reproductiva. Incluye acoso, abusos, violaciones (también dentro de la pareja), intimidación, explotación o trata.
- Violencia física: cualquier agresión contra el cuerpo de una mujer que cause dolor, daño o riesgo de dañarla.
Entre las modalidades la ley señala la violencia doméstica, institucional, laboral, contra la libertad reproductiva, obstétrica y mediática.
Podemos hacerlo mejor
En nuestras comunidades de fe, en nuestras organizaciones, se ha hecho y se hace mucho. Pero no es suficiente. Lo que está claro es que podemos hacerlo mejor. Necesitamos un mayor esfuerzo para llamar la atención, prevenir y detener las violencias basadas en género.
En las comunidades de fe hay espacio para la misericordia y hay espacio para el perdón. Así como es necesaria la denuncia, también lo es el anuncio de una vida plena para todas las personas. Hay que darle más espacio a la posibilidad de reparar. Reparar con escucha, reparar con atención, reparar con tiempo, reparar con acciones. Encontremos las palabras, busquemos los espacios, construyamos los momentos para que todas las personas gocemos de una vida plena y en abundancia (Jn. 10:10)
#NosTenemos