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El equipo de coordinación de la Pastoral de Promoción para el Cuidado de la Creación de la Fundación participó del programa de TV de la Congregación Evangélica de San Antonio.

Durante el mes de abril la PPCC participó de dos emisiones (culto del 18 de abril y culto del 25 de abril) para presentar el programa de medio ambiente en un espacio televisivo de la localidad de Gualeguaychú en Entre Ríos. Se trata de un mes muy especial, porque los y las entrerrianas conmemoran la lucha contra la instalación de las pasteras en las márgenes del río Uruguay.

La participación del equipo estuvo acompañada por el Pastor Presidente de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, Leonardo Schindler, quien explicó cómo la IERP llega a la conclusión de la necesidad de esta pastoral de cuidado de la creación.

En la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, hace ya unos 40 años que familias de nuestras congregaciones manifiestan su preocupación por cómo estamos tratando a la creación y cómo este trato afecta no solamente al ambiente sino a las propias familias, tanto en el campo como en la ciudad. Durante todos estos años pastoras y pastores de la iglesia se fueron encontrando con cada vez más casos de personas que se enferman a causa de la contaminación de la tierra, del agua, del aire, de los alimentos, de los animales. Esta es una realidad que afecta tanto a las personas en el campo como en la ciudad. Estas situaciones nos preocupan mucho como iglesia, y más allá del enorme afecto por tantas familias, nos mueve también la fe en Dios y su llamado a hacer discípulos por el mundo para guardar sus enseñanzas confiados en su compañía hasta el fin del mundo (Mateo 28,16-20). 

Dios convoca a “cultivar y cuidar” de la creación (Génesis 2,15) y le pide a su pueblo que cada seis años deje descansar un año el campo para que crezca el pasto (Levítico 25, 4-5). 

Dios creó a todo el mundo junto con los seres humanos, a quienes puso a cargo para cuidar de la creación. Dios ha creado a los seres humanos a imagen y semejanza de él para “dominar” y “enseñorear” como dice la palabra (Génesis 1,26-27). Dios afirma que todo lo que ha creado está muy bien, no solicita al ser humano que perfeccione ni que desarrolle la creación. La escritura recuerda permanente que la creación es de Dios y revela aspectos invisibles de Dios (Romanos 1,19-20; 1 Corintios 10,26), y nos invita a respetar a nuestro Creador cuidando de la naturaleza.

La creación sigue siendo de Dios y nosotros seguimos siendo sus criaturas (Salmo 90,1-17). Cuando nos olvidamos de esto, solemos cometer dos errores graves, profundizando nuestro pecado: 

– primero, es común que dominamos y nos enseñoreamos de la creación, renegando de su refugio, negando la creación como un ser vivo, nos manejamos como si fuéramos los dueños del mundo, y nos llevamos el mundo por delante (Salmo 86,1-17). Pero de esta manera nos ponemos en el lugar de Dios, negamos sus obras en medio nuestro, lo cual es apostasía e idolatría (Isaías 45,1-25) y atenta contra el primer mandamiento;

– segundo, al tomar dominio del mundo, luchamos entre hermanos y hermanas por el dominio del mundo, luchando entre nosotros, poniendo en peligro nuestras vidas, sin embargo, nuestra lucha como personas de fe no es contra carne y sangre, sino contra gobiernos y poderes, “contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6,12). El propio Señor Jesucristo recordando los abusos de los poderosos del mundo, nos enseña: “entre ustedes no debe ser así” (Mateo 20,26-28).

Dios crea a varones y mujeres por igual, a imagen y semejanza. Ambos somos igual de responsables por el cuidado de la creación, y ambos recibimos el mismo poder de parte de Dios. Por esto, toda la humanidad, entre todos y todas, tenemos la enorme tarea de cuidar y convivir con toda la creación (Génesis 2,15). 

Dios nos autoriza a trabajar la tierra alimentarnos, primero con las especies vegetales (Génesis 2,15-17), luego con las especies animales (Génesis 9,3-6), pero siempre solo conforme la necesidad y para gloria de Dios, tanto llevando una vida sana, justa y en paz (Deuteronomio 5,33), como también priorizando siempre la vida de las personas más postergadas, vulneradas y excluidas por nuestra falta de misericordia, nuestra falta de fe, nuestra falta de cuidado de la creación (Isaías 32,15-17; Deuteronomio 15,7). 

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