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En ocasión del Pentecostés, más de 150 personas se reunieron a celebrar estar construyendo una iglesia diacónica, evangélica, inclusiva y profética en una jornada de reflexión, servicio y encuentro.

La jornada comenzó con un culto festivo en el templo a cargo de la pastora local Gladys Heffel, acompañada por el Pastor Presidente de la IERP Leonardo Schindler, quien trajo el mensaje de Jesús a aquella primera comunidad reunida en Jerusalén, enredada por el miedo. Sin embargo, el proyecto de Dios vence al mundo y el mensaje de Jesús es claro, es acción: Vayan pues, salgan, con confianza que yo estoy. Así nos convocan a salir, transformar y dar testimonio, sostenidos en todo momento por el regalo del Espíritu.

Luego de este mensaje, se procedió a confeccionar una manta a partir de los rectángulos tejidos en cada una de las comunidades y proyectos de la CESA, armados especialmente para esta jornada como muestra de compromiso, servicio y construcción colectiva, reflejando la diversidad de colores, texturas, hilados. Unidas por las manos que se entregan al llamado del hacer. Por su parte, niños y niñas compartieron la alegría por medio de canciones y galletitas que hicieron y decoraron con sus propias manos para esta ocasión tan especial.

La mañana continuó con juegos, dinámicas por grupos, trabajando desde cuatro propuestas: Todos incluidos (en representación de la iglesia inclusiva), clasificados de la transformación del mundo (profética), Tabú (diacónica), composición fotográfica (evangélica).

Al mediodía se procedió a almorzar con choripanes preparados por la Comisión local, y luego, mates de por medio, se continuó con una charla abierta por temática.

El encuentro fue llegando a su fin con la celebración del devocional a cargo del pastor David Cirigliano. Las personas presentes fueron invitadas a quemar todo lo que las preocupará, cantando a viva voz y con el espíritu ardiente. Dejando que la oración en comunidad atravesara el cuerpo, acercando, dando confianza y hermanando a los y las presentes.

“La gratitud es inmensa, por los lazos que se dieron entre participantes de diferentes edades, lugares, unidos en la alegría del encuentro. Por el respeto de los dones y oportunidades. Por el trabajo de todas las personas que hicieron posible que festejemos ser comunidad. Por el sentir que las raíces se mantienen, se cuidan, se multiplican. Por una fe renovada, un corazón y mente abierta a ser misioneros en acción del mandato de Jesús. Por el sentir, vivir y compartir cada día un nuevo Pentecostés.” Cierra Betina Wagner, laica de la comunidad de Urdinarrain, asistente al evento, y colaboradora en la redacción de esta memoria.

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