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El cambio climático es una realidad. Lo que no se sabe a ciencia cierta es qué hacer con esta realidad. Existen distintas posturas sobre todos los temas. El cambio climático no es la excepción. Compartimos un nuevo aporte para la diaconía comunitaria del pastor Jorge Weishein.
Foto: Naciones Unidas

El cambio climático es una realidad. Esta discusión está resuelta a nivel científico. Lo que no se sabe a ciencia cierta es qué hacer con esta realidad. Como pasa siempre, como pasa con todo, existen distintas posturas sobre todos los temas. El cambio climático no es la excepción. Sin embargo, una cosa es tener una postura basada en estudios científicos reconocidos en todo el mundo y otra cosa es tener una opinión basada en trabajos puntuales, o incluso en otras opiniones. 

Repasemos las cinco discusiones de la ciencia sobre cambio climático:

  1. Se dice que el calentamiento global es parte de un ciclo natural de recuperación de la Pequeña Edad de Hielo (1300 – 1850). No. Un estudio de 700 registros climáticos de todo el mundo demuestra que más del 98% de la superficie del planeta está cambiando en los últimos 150 años y éste es él único cambio climático progresivo en los últimos 2000 años.
  2. Se dice que el calentamiento global se debe al aumento de la actividad magnética de las manchas solares. No. Los estudios indican que los rayos cósmicos se mantienen estables hace más de un siglo, sin embargo, la temperatura del planeta sigue aumentando
  3. Se dice que el CO2 es una parte muy pequeña de la atmósfera para ser responsable del calentamiento global. No. El dióxido de carbono atrapa más luz solar que las demás partículas atmosféricas. La atmósfera contiene un 0,04% de CO2 pero el dióxido de carbono es el elemento que emite más gases de efecto invernadero y este elemento está en aumento en la atmósfera. China, EE.UU, India y Rusia son responsables de las emisores de la mitad de CO2 de todo el mundo.
  4. Se dice que los científicos manipulan la información sobre la temperatura del planeta para que la población tenga miedo. No. Los datos científicos están verificados en todo el mundo por centenas de científicos. Los datos son cada vez más precisos porque las técnicas de medición han avanzado cada vez más con el desarrollo de la tecnología.
  5. Se dice que los modelos climáticos no son fiables y son demasiado sensibles al dióxido de carbono. No. Los estudios, métodos y enfoques científicos son cada vez más diversos, complejos y complementarios. Los diferentes estudios registran cambios significativos en los patrones meteorológicos (niveles, dimensiones, frecuencias, consecuencias) de los fenómenos extremos en todo el mundo.

En medio de este caos, ¿dónde está el espíritu de Dios?

El relato de la creación nos cuenta que la tierra es un caos y un desierto sin vida, la superficie está inundada, desierta y oscura, y el Espíritu de Dios se mueve sobre las aguas (Gn 1:2). La tierra rodeada de agua está pronta a ser recreada de la mano del espíritu de Dios que regenera y transforma su existencia. 

La ciencia en estos días nos relata el proceso inverso. Los deshielos, los océanos, las tormentas avanzan cada vez más sobre los continentes inundando el planeta. Los desiertos crecen a causa de la deforestación, la sobreexplotación de los suelos, la sequía de los ríos, los incendios y las migraciones forzadas. 

En medio de este caos, ¿dónde está el espíritu de Dios? El apóstol Pablo propone una respuesta: si el poder del Espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, entonces así como resucitó a Cristo de entre los muertos también les va a dar vida plena a sus cuerpos que están sujetos al reino de la muerte. Esto sucede a través del poder del espíritu de Dios que habita en ustedes. (Rm 8,11) Pablo nos explica que lo que era imposible lograr a través de la ley Dios lo hace posible gracias a Pentecostés, gracias a que el Espíritu de Cristo se hace carne en nosotros a través de la fe, para que podamos vivir en justicia y paz.  

Martín Lutero plantea que así como la fe justifica a las personas sólo a través de la fe así también las buenas obras que nacen de esa fe santifican a las personas a través del amor. Esa santificación según Lutero alcanza a toda la persona, la recrea, la transforma, pero no solo a ella sino a todo su entorno, a todo el ambiente en el que vive, porque la fe se transforma en diaconía con la comunidad de fe. La diaconía recrea la creación como expresión de la justicia que Dios obra en las personas a través de la fe, de la comunidad de fe, que vive en el amor de Dios.

Lutero en su escrito sobre la libertad cristiana reconoce que las personas viven contrariadas, están sometidas a un juego de fuerzas interior y exterior. Mientras que el ser interior, la fuerza espiritual de la persona, es totalmente libre, la fuerza exterior de la persona, está completamente sometida. La persona si bien tiene un enorme potencial, gracias a la fe, al Espíritu de Cristo que vive en ella, lucha con todos los condicionamientos de su vida cotidiana, a causa de cómo funciona el mundo bajo el dominio de la ley y el pecado. Sin embargo, Lutero anima a las personas de fe a liberar esa fuerza interior con total confianza. Lutero entiende que en cada persona de fe vive un enorme potencial transformador porque gracias a su doble condición Dios supera por ella sus condicionamientos para que pueda ser realmente creyente, libre y dichosa, independientemente de los avatares de su vida. La fe abre todo un mundo de posibilidades y oportunidades que la experiencia cotidiana no permite ver ni descubrir por sí misma, sino que solamente el espíritu de Dios permite verlo a través de su palabra. 

Lutero refiere a su propia experiencia personal cuando descubre que la persona justa vive efectivamente por la fe y lo que vive la persona es la justicia de Dios a través de la fe. El evangelio revela la justicia de Dios, la misericordia de Dios que hace justicia a través de la fe. Lutero dice que al descubrir esto: “Entonces me sentí como si hubiera nacido de nuevo y hubiera entrado en el mismísimo paraíso, por las puertas abiertas. Inmediatamente toda la Escritura me mostró una cara diferente… [P]or su fe, [la persona] es puesta de nuevo en el paraíso y es creada de nuevo». 

La cuestión es que esta experiencia de conversión es el corazón de la diaconía cristiana. Las personas de fe no pueden vivir al margen de la creación sino que son parte de ella. Esta persona de fe, renovada por el espíritu del resucitado que vive en ella, no puede hacer otra cosa que buenas obras para el bien de toda la creación porque las buenas obras nacen de la fe. Lutero no cree que las buenas obras hagan buenas a las personas, sino al revés: «las buenas obras nunca hacen buena y piadosa a la persona, sino que la persona buena hace obras buenas y piadosas». Lutero toma esta idea del evangelio: “El buen árbol da buenos frutos” (Mt 7,17-19). Esta naturaleza espiritual le impide hacer otra cosa que buenas obras, aún cuando tenga que luchar consigo mismo y su entorno. 

La diaconía de la iglesia debe entenderse como la vivencia de las buenas obras que nacen de la fe, es decir, aquellas obras que la fe «hace en favor de otras personas». Estas obras de la fe se caracterizan por ser obras de bien que se realizan por amor. La diaconía se hace solamente por el bien de la otra persona. La diaconía le sirve sólo a la otra persona necesitada y vulnerada, al prójimo. La fe moviliza a las personas a hacer diaconía, a poner en práctica el amor de Dios, de la misma manera que Cristo sirve a estas mismas personas a través de la fe. Las personas siempre van a ser pecadoras y van a vivir siempre contrariadas, se van a confrontar todo el tiempo con su fragilidad y las limitaciones de su condición humana. Sin embargo, gracias a la fe de saberse aceptadas por Dios tal como son y gracias a saberse con un enorme potencial liberador gracias al Espíritu que las habita, esa fe les permite vivir en libertad y compartir esa libertad con toda la creación. Las personas no solamente son justificadas por la fe, sino que también son santificadas por el amor. Lutero dice que la justificación sin la santificación es apenas la mitad del evangelio. 

La diaconía es un posicionamiento y una intervención social en la realidad desde la fe cristiana. La diaconía siempre es provisoria y testimonial porque la diaconía está sujeta a una comunidad de fe histórica y está condicionada por el pecado pero también está sujeta al espíritu de Cristo resucitado y la esperanza del reino de Dios. La diaconía es el espíritu del resucitado yendo al encuentro de las personas hambrientas, sedientas, desalojadas, desnudas, enfermas, presas en el mundo para que tengan vida plena (Mt 25).

La tradición protestante propone una espiritualidad que requiere de una actualización teológica permanente y una enorme perseverancia en el compromiso cotidiano porque es una espiritualidad progresiva e histórica. La salud para toda la creación es un regalo de Dios a través de la fe pero al mismo tiempo es fruto de la fe porque esa misma salud hace justicia a quienes más necesitan al brotar como justicia ambiental, como justicia económica, como justicia social, como justicia de género, en la diaconía de la comunidad de fe. 

La diaconía en la tradición protestante calibra todo el tiempo los distintos elementos de la misión de la iglesia en el mundo. El protestantismo ofrece una espiritualidad sensible de escucha abierta permanente y de revisión alerta activa en favor del cuidado y el sostén de las personas más vulnerabilizadas. La diaconía si no es útil ni sirve a quienes asiste y acompaña no es buena obra ni diaconía para nadie. La realidad del mundo y las necesidades de las personas cambian todo el tiempo y esto interpela de forma permanente a la fe y a la lectura de la palabra de Dios en la comunidad. 

El protestantismo ofrece una espiritualidad que requiere de una enorme dosis de análisis y autocrítica porque invita a un proceso de conversión abierto, en diálogo con la realidad, atendiendo al llamado del espíritu de Dios que obra en el mundo, alertas a una relectura de la palabra para entender de nuevo al mundo, y a una revisión permanente de la misión de la iglesia para poder responder de forma más adecuada a las necesidades de quienes más sufren y necesitan. 

La diaconía evangeliza a la iglesia porque invita a la comunidad a leer la realidad con la palabra de Dios a partir de su llamado a la misión en el mundo. La diaconía convoca todo el tiempo a la iglesia a ponerse a tono, a la altura del evangelio, a revestirse de evangelio, llama a la iglesia a la tarea, a una tarea que siempre es teológica y comunitaria. La diaconía es un regalo de la justicia de Dios que recrea y vivifica a toda la creación a través de la fe. Amén.

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