Skip to content

BLOG

La reciente Cumbre del Clima en Bakú, Azerbaiyán, volvió a evidenciar la falta de ambición y acción concreta frente a la emergencia climática y el poderoso lobby económico. Esta conferencia, que prometía ser la “COP del financiamiento climático”, concluyó sin garantizar fondos suficientes, ni compromisos claros, ignorando las demandas de las juventudes, mujeres y grupos más afectados.

16 de noviembre de 2024, Bakú, Azerbaiyán. En la COP29, ACT Alianza participó con la sociedad civil y realizó una acción silenciosa afuera de la sala plenaria principal, destacando la necesidad de justicia climática y señalando el silenciamiento de demasiadas voces en los pasillos de la COP. El evento fue parte del Día Mundial de Acción por la justicia climática.

Financiamiento insuficiente

El resultado más discutido fue el “Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado sobre Financiación del Clima” (NCQG), que establece la inversión necesaria para apoyar a las naciones más vulnerables en la implementación de acciones que mitiguen el cambio climático. De los 1,3 billones de dólares que los países del sur global estimaron necesarios, se acordó una movilización anual de tan solo 250.000 millones de dólares para enfrentar la crisis climática. Además, gran parte de estos fondos provendrían de mecanismos financieros privados, lo que podría aumentar el endeudamiento de las naciones ya afectadas.

A esta limitación se suma la falta de claridad sobre cómo se movilizarán estos recursos y qué mecanismos garantizarán su cumplimiento. La historia de incumplimientos previos en materia de financiamiento por parte de los países desarrollados deja un sabor amargo y refuerza el escepticismo de las comunidades más afectadas.

En deuda con los derechos humanos, la juventud y la justicia de género

La ausencia de temas fundamentales en el acuerdo final de la COP29 deja en evidencia las limitaciones estructurales que aún persisten en las negociaciones climáticas globales. Uno de los puntos más críticos fue el tratamiento superficial de las pérdidas y daños sufridos por los países más vulnerables

En cumbres anteriores se crearon mecanismos de financiamiento pero la falta de compromisos concretos para fortalecer estos fondos impide una respuesta efectiva y oportuna a las catástrofes climáticas que ya están afectando a las comunidades del sur global.

Además, la perspectiva de género y los derechos humanos fueron prácticamente ignorados en el documento final. Una transición justa requiere garantizar que las mujeres y las comunidades marginadas tengan voz y participación activa en las decisiones climáticas. Las mujeres, especialmente en los países en desarrollo, son quienes suelen estar en la primera línea de los impactos ambientales y, sin embargo, continúan siendo excluidas de los procesos de toma de decisiones. La falta de enfoque de género en estos aspectos impide construir políticas inclusivas y sostenibles que contemplen la realidad de quienes más sufren las consecuencias del cambio climático.

Asimismo, se pasó por alto la participación activa de las juventudes, una omisión significativa considerando que serán quienes heredarán las consecuencias de la inacción actual. A pesar de los crecientes movimientos juveniles que demandan acciones urgentes y ambiciosas, las voces de esta generación no tuvieron el espacio necesario para influir en las decisiones. 

Estas exclusiones no son meras omisiones; evidencian una visión fragmentada y limitada de la justicia climática. Ignorar a los grupos más vulnerables, las mujeres y juventudes significa no enfrentar de manera integral la crisis climática global. Sin un cambio en la estructura y las prioridades de estas cumbres, los acuerdos seguirán siendo insuficientes para lograr una transición justa y equitativa hacia un futuro sostenible.

Transición energética: un paso atrás

Otro punto crítico fue el retroceso en los compromisos de eliminación de combustibles fósiles. A diferencia de la COP28, donde se incluyó un llamado histórico para abandonar gradualmente estos recursos, el texto final de Bakú apenas reafirmó la necesidad de “acelerar la transición hacia energías limpias” sin medidas específicas ni plazos concretos. Este lenguaje ambiguo resulta alarmante, considerando que los combustibles fósiles son la principal causa del cambio climático.

Por otro lado, la falta de un marco regulatorio robusto para los mercados de carbono y los mecanismos de compensación también generó preocupación. Aunque se lograron acuerdos sobre los artículos 6.2 y 6.4 del Acuerdo de París, las salvaguardas ambientales y de derechos humanos quedaron sujetas a interpretaciones laxas. La ausencia de controles estrictos y mecanismos de transparencia efectiva pone en riesgo la integridad ambiental de estos mercados, y podría perpetuar inequidades en lugar de remediarlas.

La omisión de estos temas críticos refleja una tendencia preocupante: las negociaciones climáticas continúan siendo moldeadas por los intereses económicos y geopolíticos de los países más poderosos. La falta de compromisos vinculantes y la dilución de los acuerdos impiden alcanzar el nivel de transformación que la crisis climática demanda con urgencia. En este contexto, la comunidad internacional se enfrenta a un desafío persistente: romper el ciclo de inacción y retórica para dar paso a acciones concretas y justas que protejan a quienes más lo necesitan y garanticen un futuro sostenible para todos.

Mirando hacia la COP30: una oportunidad en América Latina

La próxima COP30 se celebrará en Belém, Brasil, un escenario clave para que América Latina lidere una agenda climática más ambiciosa e inclusiva. Será también una oportunidad para que los países presenten nuevos Planes Nacionales de Adaptación y revisen sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), compromisos cruciales para limitar el calentamiento global a 1,5 °C.

Sin embargo, el desafío será superar los intereses geopolíticos y económicos que han dominado las últimas conferencias. Para ello, será necesario:

  1. Aumentar el financiamiento climático a niveles adecuados (al menos 1,3 billones de dólares anuales).
  2. Establecer mecanismos claros de rendición de cuentas para garantizar que los compromisos se cumplan.
  3. Incluir en las negociaciones a quienes más sufren los impactos: comunidades vulnerables, jóvenes y mujeres.

La falta de resultados en Bakú subraya la urgencia de que los líderes mundiales escuchen y respondan a las demandas de las comunidades que enfrentan la crisis climática en primera línea. La COP30 en Brasil no puede ser otro eslabón en la cadena de promesas incumplidas. Es hora de que las palabras se traduzcan en acciones concretas y transformadoras para garantizar un futuro sostenible y justo para todas las personas.

Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Play Video