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Si tuviéramos que decir qué cosas sostienen nuestra vida de todos los días, ¿cuáles son? De manera simple, aquellas que nos dan seguridad. Cuando se nos escapan aparecen las crisis y los cambios. El pastor Jorge Weishein nos invita a reflexionar con un nuevo aporte para la diaconía comunitaria basado en Mateo 7:24-27.

La coherencia del Reino en la casa común

Si tuviéramos que decir qué cosas sostienen nuestra vida de todos los días, ¿cuáles son esas cosas? De manera simple, las cosas que nos dan seguridad: un lugar donde estar, un lugar donde tener de qué vivir, un lugar donde nos quieran. Cuando algo de todo esto se nos escapa de las manos como la arena entre los dedos aparecen las crisis, las rupturas, los cambios.

El texto de referencia que nos motiva a reflexionar sobre estas cosas es este en el que Jesús plantea que no es lo mismo construir una casa a base de piedra que una casa a base de arena. La casa es el oikos. Esta palabra es el sufijo de varias palabras como eco-nomía; eco-sistema; eco-logía; eco-teología, etc. La imagen bíblica consiste básicamente en que una edificación a base de materiales más firmes tiene mayor resistencia, pero la parábola remite a un tipo de actitud ante la vida. Una cosa es construir una vida en base a seguridades y otra cosa es construir una vida en base a incertidumbres.

Cuando el “no se” o el “me da lo mismo” o el “que se yo” o el “a mi qué me importa” o el “ya fue” es la respuesta más común a preguntas concretas de nuestro entorno estamos expuestos a tormentas de cambios que pueden ser abruptos e intempestivos porque no estamos pudiendo ser lo suficientemente cautos ante las alarmas que se nos están presentando. Este llamado que la Biblia traduce por cautela o prudencia debiéramos traducirlo por coherencia. Jesús advierte al respecto a sus discípulos, quienes son responsables del ministerio del reino de Dios en las comunidades. Esas certezas en el sermón del monte están organizadas en base a la práctica de la justicia de Dios. Esta justicia de Dios obra a base de la confianza absoluta en Dios, del ágape entre unos y otros, de la perseverancia en el ministerio del reino de Dios, de la honestidad con sus seres queridos, de la alimentación de la espiritualidad.

Reflexionemos si acaso tenemos esto en cuenta a la hora de dedicarnos a nuestras familias en nuestras casas, a la hora de participar en nuestra comunidad de fe, a la hora de organizarnos en nuestros grupos de trabajo, a la hora de distendernos con nuestros grupos de amigos, a la hora de atender a nuestra relación con los seres vivos de la naturaleza, a la hora de ocuparnos de nuestra convivencia con nuestros vecinos, es decir, en cada uno de los espacios en los que nos encontramos y vivimos y en los que ejercemos roles puntuales y somos responsables para poder vivir mejor entre todos.

¿Qué alarmas nos están sonando en casa y están mostrando que nuestras relaciones familiares están en crisis? En muchos casos, la base de la familia era el respeto, que a veces, era sinónimo de miedo, pero eso fue cambiando, y se empezó luego a enfatizar en la importancia de la confianza entre los miembros de la familia. Más tarde se comenzó a enfatizar en la importancia de la libertad para que cada miembro de la familia se pueda desarrollar personalmente. Cada uno de estos modelos tiene su propio método de corrección. Cuando lo importante era el respeto se utilizaba la disciplina y el castigo físico para cualquier incumplimiento. Cuando lo importante era la confianza se usaba el aislamiento para la reflexión como modo de sanción. Cuando la libertad pasa a ser la base de la familia se pasa a usar la privación y el diálogo como estrategias para lograr un cambio de actitud. De alguna manera, en unas más que otras, pero a grandes rasgos en la actualidad perduran estos tres modelos.

En las familias, estos cambios fueron modificando la relación entre varones y mujeres, padres e hijos, familias y vecinos, y poco a poco habilitando diálogos nuevos y muchos más intercambios. Al haber más confianza y más libertad, también empezó a haber más diálogo, sobre todo, se empezó a escuchar más la opinión de las mujeres y de los hijos. Esto trajo muchos otros cambios porque descubrimos que por muchísimos años el único que decidía cómo se organizaba una familia era el varón o el hombre de la casa. Esto tuvo sus consecuencias a nivel comunitario y a nivel social.

¿En este momento quién se anima a decir que la opinión de las mujeres o de los jóvenes no es importante en la comunidad o en la sociedad? Este es un avance enorme en la coherencia a la que nos llama Jesús en el evangelio. Claro que los cambios nos generan incertidumbres porque necesitamos volver a organizar las tareas de cada quien y sus responsabilidades, definir los lugares privados y comunes, decidir los momentos para cada quien y para cada actividad, los recursos de la familia, todos temas que no siempre se hablaban entre todos. Claramente es tiempo de empezar a pensar de otra manera y qué alegría que cada vez más personas puedan ser más libres, sentirse mejor y puedan confiar en sus semejantes en vez de tenerles miedo o simplemente tener que obedecer sin más.

A nivel de la comunidad de fe, durante muchos años todo dependía del pastor o la pastora. Incluso las comisiones directivas prácticamente estaban organizadas por el pastor o la pastora. En este momento, en muchas comunidades, esto es prácticamente impensable. Las comunidades eligen sus autoridades y esperan que tengan voz y voto, es decir, que además de esperar ser escuchadas aspiran a poder tomar decisiones. Claro, esto para muchos pastores y pastoras no fue ni es fácil. Sin embargo, esto cambió completamente la forma del trabajo pastoral y la manera de relacionarse la iglesia con la sociedad.

Un aspecto delicado es que, en muchos casos, como durante años la comunidad no participaba de la organización de la iglesia tampoco era necesario que esté educada en teología bíblica, en doctrina de la iglesia o en reglamentos de la institución. Es más, hasta hoy en día, para la mayoría de las personas cuando escuchan hablar de catequesis se imaginan que eso es algo para los niños pero no para los adultos porque los únicos que siempre tuvieron que aprender algo en la iglesia fueron los niños. En este momento, es impensable poder continuar siendo iglesia sin hacer catequesis con adultos. Un aspecto en el que se nota muchas veces esta necesidad es en todos los temas que tienen que ver con lo que se llama la diaconía de la iglesia. Antes, en la mayoría de los casos se encargaban los pastores y las pastoras, en algunos casos, diáconos y diáconas, con la ayuda de algunas personas de la comunidad. Actualmente es imposible pensar sostener la diaconía de la iglesia sin un rol activo de la membresía de la iglesia y para esto es necesaria la capacitación y la experiencia entre todos para poder llevar adelante esta tarea fundamental de la misión de la iglesia.

A nivel de sociedad, estamos en un proceso similar. ¿En qué sociedad estamos dispuestos a que un grupo de políticos decida y resuelva qué hacer con la vida de millones de personas? Eso también, ya se terminó. Esto de ir solamente a votar y después que sea lo que Dios quiera ya no es así en muchos lugares. De hecho, en muchos lugares, surgen muchos problemas porque justamente la gente está cansada de que los gobiernos hagan lo que quieran con la gente. En este momento, es impensable que un gobierno funcione bien sin dialogar con toda la gente, sin pensar en soluciones entre todos, sin discutir con los demás partidos, sin pensar en soluciones con otros países, y así cuántas cosas más. La gente fue ganando confianza y empezó a ejercer la libertad. La gente está en su derecho y tiene la responsabilidad de cuidar de todas las cosas usando las instituciones que existen para cada cuestión: el estado para las cuestiones públicas, la iglesia para las cuestiones comunitarias, la familia para las cuestiones de convivencia cotidiana, el club para las cuestiones de recreación, y así tantas otros lugares.

Un aspecto para nada menor, es el ecosistema. Esta es la casa común de todos por encima de todo. En el planeta tenemos muchos ecosistemas pero cada uno de nosotros vive en un ecosistema y está vivo gracias a un ecosistema que le da vida. Este es un aspecto que estamos aprendiendo a la fuerza porque notamos cada vez más la falta de algunas especies que ya están extinguidas, notamos cada vez más la ausencia de condiciones sanitarias óptimas para vivir bien, estamos preocupados sobre qué vamos a poder producir para comer en el futuro, ya no sabemos cómo vamos a poder limpiar el aire, el agua y la tierra para que podamos sostener la vida que estamos viviendo.

La naturaleza nos está dando señales fuertes como el cambio climático con catástrofes que la naturaleza sufre junto con nosotros. Este es el gran cambio que se viene y nos convoca a cambiar: la naturaleza está viva, es un ser vivo, está tan viva como nosotros y exige respeto, libertad y derecho a vivir tanto como nosotros. Esto es algo que hace ya algunos años se viene trabajando entre distintas organizaciones, iglesias y estados en todo el mundo, sin embargo, hemos llegado a un punto en el que estos temas ya no pueden seguir discutiéndose y es hora de tomar decisiones.

Necesitamos un lugar donde nos quieran, un lugar donde estar bien y un lugar donde vivir. Jesús nos llama a vivir en una casa que esté basada en la coherencia entre la fe y la vida, el evangelio y el testimonio, la teoría y la práctica, los derechos y las garantías, las condiciones naturales y la sustentabilidad de la vida. Claro que es necesario el respeto, la confianza y la libertad pero también la fe en Dios, sobre todas las cosas, para poder encontrarnos, reconocernos, aceptarnos y trabajar juntos, para edificar una casa común en la cual la vida de todos tenga sentido y en la que valga la pena vivir entre todos porque la vida tiene sentido solamente cuando es posible que la vivimos entre todos juntos.

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