Mensaje a partir de Génesis 3,1-24
Por P. Jorge Weishein
Génesis 3,1-24 ¿Dónde dice en la Biblia que las cosas tienen que ser así?
Estimados hermanos y hermanas, el espíritu de Dios sobrevuele sobre nuestras vidas y renueve nuestra comunidad a través de su palabra. Ahora y siempre. Amén
Escuchar la historia del edén en la iglesia sin pensar en culpa es casi tan complejo como escuchar un insulto sexual en público y no sentirse incómodo. Con este relato bíblico se asocian ambas ideas: la sexualidad y la culpa. Si fuera solo eso, todavía sería una discusión casi filosófica. Sin embargo, en la forma en que se ha difundido este mito bíblico, existen varias observaciones para revisar y repensar: el rol de la mujer en toda la historia, la relación del varón con la mujer, las consecuencias para la mujer y los efectos sobre la creación. Lo que comúnmente se sabe es que la culpa es de la mujer, que la mujer depende del varón y que por eso la mujer tiene que sufrir.
Sin embargo, al leer el texto bíblico y volver a revisar lo que pasa, cómo pasa y cuál es el tema en discusión, todo cambia y se vuelve a renovar el sentido de la palabra de Dios. Permitámonos releer y revisar algunas ideas para poder entender el texto.
Claramente el texto se pregunta por el origen, los límites y el alcance de la relación entre varones y mujeres (Gn 3,16) y la relación productiva de ambos con la naturaleza (Gn 3,23). El hecho que el relato contemple este tema constituye un enorme valor. Este relato es una obra fundamental que organiza la vida de la comunidad oriental antigua por siglos y que llega hasta nuestros días en occidente, después de haber tenido -y seguir teniendo- cientos de interpretaciones.
Existe un amplio consenso en que el primer texto de la creación, de Génesis 1,1 – 2,4 es un texto litúrgico antiguo que celebra el origen y el sentido de la vida desde la fe en Dios. El segundo texto (Gn 2,4 – 3,24) es un relato etiológico que propone explicar la causa y sentido de la relación entre las personas y de la relación con la naturaleza.
Dios crea un vergel donde todo es armonía y belleza. Esta afirmación es fundamental porque afirma la opción de Dios que fundamenta y motiva la restauración de la creación por parte de los seres humanos. Las plantas son habilitadas para la comida, los animales para la compañía y los seres humanos para la amistad mutua.
El conflicto original del drama creacional es el aislamiento del ser humano (Gn 2,18). El ser humano aislado de la naturaleza no es de agrado para Dios. Esta es la causa por la que Adam, el ser humano original, fue recreado por Dios, en una nueva forma de vivir en relación entre dos sexos, de manera que puedan encontrar su compañía más adecuada. Esto implica que el ser humano ya no se vincula solo en términos biológicos sino, sobre todo, en términos culturales. Observemos que la necesidad de Adam de vincularse con una persona par e igual conduce a Dios a recrear a esta persona originaria separándola en dos costados. Cada vez que escuchamos los debates sobre la desigualdad entre varones y mujeres cuánto bien nos puede hacer tener presente este relato bíblico.
No es casualidad que Jesús mismo va a citar a este texto en su discusión con los fariseos sobre la expulsión de las mujeres por sus maridos sin compasión y sin intervención legal del templo (Marcos 10,1-6) o incluso el propio texto del apóstol Pablo señalando que en la nueva realidad inaugurada por Cristo ya no hay varones ni mujeres porque son todos iguales delante de Dios (Gálatas 3,28). Jesús va a ser más categórico todavía diciendo que no es lícito al ser humano separar, la unidad natural y la igualdad de estatus que Dios unió en la creación, para que los varones tengan privilegios en desmedro de la vida de las mujeres. Es necesario revisar profundamente este texto y las liturgias de bendición nupcial para evitar seguir justificando el sufrimiento de millones de mujeres en el mundo que soportan con culpa y dolor relaciones de abuso y de maltrato en nombre del matrimonio y de la promesa de “amor”.
Dios pone al ser humano en relación con toda la creación. Es sumamente importante tener en cuenta que cuando se traduce “hombre” en la biblia se refiere al ser humano (Adam) el cual está esencialmente ligado a la superficie de la tierra, el “polvo”, la tierra productiva (Adamah). La tierra es el padre y madre antecesor de la humanidad, tanto del varón como de la mujer, porque ambos son creados a partir de Adam. Es por ello que conservan su condición de igualdad y mutua pertenencia al Adam de la tierra (adamah) en sus nombres originales (ish-isha/varon-varona). Esto conlleva la incorporación del cuidado de la tierra en el cuarto mandamiento sobre el cuidado de los padres y ancestros. Resulta fundamental preservar la tierra de los padres y la vida creada no solo para el presente sino para la posteridad de todo el pueblo.
En el diálogo de la serpiente con la mujer la cuestión del saber y la verdad ponen en cuestión el trasfondo del pacto con Dios. Esta cuestión sobre ser como dioses, cuando ya habían sido creados a imagen y semejanza, plantea la búsqueda de superar la condición inferior, la desigualdad, como criaturas, ante Dios. En el texto no se habla de caída ni de pecado. Esta lectura desde la culpa, que se desarrolló sobre todo entre los círculos fariseos, con los cuales discute Jesús, ha logrado trascender el tiempo hasta nuestros días. Esto nos lleva a lo que decíamos al principio sobre la idea tan difundida de que este texto de génesis habla de la culpa de la mujer y que por la misma razón la condena a sufrir tanto sus partos como a su marido.
El varón en Génesis 3 se distancia de la mujer y la hace responsable de haber aceptado probar la fruta del árbol y de convidarle el conocimiento del bien y del mal. Al mismo tiempo, el texto pone en modo negativo la búsqueda de autonomía frente a Dios (en la persona de la mujer) a través del saber. Los cultos de la fertilidad en medio oriente están asociados a sacerdotisas y a la serpiente como una figura del saber. La fertilización estaba asociada al varón progenitor de cigotos que eran inseminados en el vientre femenino para su desarrollo. Al mismo tiempo, la lluvia se entendía como fertilización divina que generaba la vida en la tierra para su reproducción. Las mujeres que no daban a luz estaban condenadas al repudio y si la tierra no daba frutos estaba en peligro de subsistencia, lo que en zonas rurales y en tierras semidesérticas era un desafío para la agricultura familiar. Estas comprensiones sobre la reproducción de la vida ayudan a entender gran parte del relato del génesis: las genealogías de varones, la autoridad del varón, la asociación de Dios con lo masculino, la subordinación de la mujer al varón.
El relato pone en evidencia la vulnerabilidad de la condición humana ante Dios. El texto explica el origen de la vida rural y la necesidad de generarse el sustento a partir de la diferencia entre Dios y los seres humanos a partir de la ruptura de la fidelidad a Dios y de la igualdad entre las personas. El ser humano modifica las condiciones originales a partir de la búsqueda de la salvación individual ante Dios y los demás. El ser humano que fue creado en dos para no estar solo piensa solo en si mismo. Esta profanación de la creación pone en riesgo la vida de toda la creación. En este aislamiento ante Dios, los demás y la naturaleza, al pensar solo en si, se va a desarrollar buena parte de la teología del pecado protestante revisando críticamente la teología del pecado original.
Esta búsqueda de profundización del individualismo y el desarrollo individual por encima y a costa del desarrollo colectivo sigue siendo un desafío de la sociedad moderna. Este texto del génesis nos convoca a seguir leyendo la palabra de Dios más allá de los prejuicios y los estereotipos ya sea en las iglesias en las que tanto se ha maltratado a las mujeres como en la sociedad toda donde las mujeres aún siguen luchando para ser reconocidas como seres humanos con los mismos derechos que los varones. Sexualizar con lecturas alegóricas textos bíblicos no resuelve la injusticia que denuncia el texto del génesis: a mayor desigualdad entre varones y mujeres mayor la vulnerabilidad de la humanidad toda (Gn 3,12.17.24), a mayor profanación de la creación de Dios mayor vigencia cobra la advertencia de muerte de parte de Dios (Gn 3,17-19.22), una muerte auto-infligida por cosificación y maltrato, autoengaño y descaro, tanto entre las personas como hacia la naturaleza, e incluso a Dios mismo.
La advertencia de que la búsqueda de desarrollo personal y científico a costa de los demás y de la vida de la creación conduce a la muerte es un mensaje de una actualidad y una vigencia espeluznante. Que la palabra de Dios recree nuestros vínculos y nos conduzca al encuentro entre nosotres y con la naturaleza. Amén